Evidentemente la felicidad no es un estado permanente, porque su existencia está condicionada a otros sentimientos; es decir, para sentirla hay que conocer la tristeza, la desolación, el desconsuelo….pero por otro lado, también hay que conocer el amor, la amistad, el triunfo…
Y aunque la mayor parte de nuestras acciones están encaminadas a su búsqueda, no siempre se logra alcanzar. Sin embargo, en la mayoría de los casos, más que un sentimiento, es una decisión, un aprendizaje, un procedimiento, una forma de vida, una meta a alcanzar.
Es por eso que nosotros mismos debemos propiciar momentos de felicidad, parte de ello es aprender a disfrutar de los detalles de la vida, no podemos basar nuestra felicidad en variables independientes, es decir, en cosas que pueden cambiar fácilmente; por ejemplo, cuando compramos el auto más lujoso del año, seguramente al siguiente año saldrá otro mejor, entonces la felicidad se vuelve etérea; además, siempre existirán personas que nos superen en cuestiones materiales y no por ello podemos dejar de sentirla.
También es un error condicionar la felicidad a sucesos futuros, a veces le tememos tanto al futuro que nos pasamos preparándonos para él, olvidándonos vivir el presente, la felicidad está en las sonrisas, en compartir, en pláticas, en los logros, en observar un hermoso paisaje, en compartir sentimientos, en ayudar…. en cualquier actividad que retroalimente el alma, no el ego.
Por otro lado, también hay que reconocer que existen sucesos que están fuera de nuestro control y que pueden provocarnos tristeza profunda, como lo son, la pérdida de un ser amado, alguna enfermedad, o para algunos la soledad… ante estas situaciones es difícil llenar ese vacío, pero al final debemos aprender a superarlas, pues cada quien es responsable de su propia felicidad.
Y aunque la mayor parte de nuestras acciones están encaminadas a su búsqueda, no siempre se logra alcanzar. Sin embargo, en la mayoría de los casos, más que un sentimiento, es una decisión, un aprendizaje, un procedimiento, una forma de vida, una meta a alcanzar.
Es por eso que nosotros mismos debemos propiciar momentos de felicidad, parte de ello es aprender a disfrutar de los detalles de la vida, no podemos basar nuestra felicidad en variables independientes, es decir, en cosas que pueden cambiar fácilmente; por ejemplo, cuando compramos el auto más lujoso del año, seguramente al siguiente año saldrá otro mejor, entonces la felicidad se vuelve etérea; además, siempre existirán personas que nos superen en cuestiones materiales y no por ello podemos dejar de sentirla.
También es un error condicionar la felicidad a sucesos futuros, a veces le tememos tanto al futuro que nos pasamos preparándonos para él, olvidándonos vivir el presente, la felicidad está en las sonrisas, en compartir, en pláticas, en los logros, en observar un hermoso paisaje, en compartir sentimientos, en ayudar…. en cualquier actividad que retroalimente el alma, no el ego.
Por otro lado, también hay que reconocer que existen sucesos que están fuera de nuestro control y que pueden provocarnos tristeza profunda, como lo son, la pérdida de un ser amado, alguna enfermedad, o para algunos la soledad… ante estas situaciones es difícil llenar ese vacío, pero al final debemos aprender a superarlas, pues cada quien es responsable de su propia felicidad.
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